A través de esta sección, el Archivo de la Academia Nacional de la Historia se complace en ofrecer un pequeño muestrario de su acervo fotográfico. Entre otras cosas ha querido hacerse así puesto que, sin duda, la afición por el arte de la fotografía se instaló desde muy temprano entre los venezolanos. De hecho, para 1839, llegarían al país las primeras noticias asociadas al invento del daguerrotipo; por otra parte, y ya a partir de mediados de ese mismo siglo, haría presencia un número pequeño, aunque importante, de fotógrafos que abrirían estudios y talleres, especialmente en la capital, para dedicarse a la técnica del retrato. Entre ellos, por cierto, figurarían dos forasteros de valía: Pal Rosti y Federico Lessmann. En este sentido cabría mencionar también la labor que corriera a cargo de algunos pintores del patio criollo por explorar, pocas décadas más adelante, la fotografía y sus desafíos. Tal fue, por ejemplo, el caso de Martín Tovar y Tovar.
Este muestrario tiene, de por sí, el valor de documentar personajes, situaciones y momentos de la historia venezolana, tanto del siglo XIX como del XX. Obviamente, desde que existe como tal, la fotografía ha contribuido aún más a que la memoria asegure su permanencia en el tiempo. Se trata, en todo caso, de otra forma de acercarnos al pasado.
Este repertorio varía, en general, entre el retrato y el registro de ciertos detalles urbanos. Por un lado, parte del mismo da cuenta de algunas figuras emblemáticas de nuestra propia Academia, como en el caso de Juan Pablo Rojas Paúl, Francisco González Guinán y José Gil Fortoul. Pero también hay fotos que dominan la atención por la curiosidad que suscitan: de ello da fe la estampa de hombres curtidos en combate, como en el caso de Manuel Ezequiel Bruzual, o la imagen que certifica el recibimiento de los restos de José Antonio Páez, en el puerto de La Guaira, en 1889. O, incluso, la estampa de Juan Vicente Gómez, paseándose en bañador por la playa junto a su compadre y confidente, Antonio Pimentel.
Al mismo tiempo, como se ha dicho, el muestrario en cuestión comprende un conjunto que tiene en común el hecho de que destaque, aquí o allá, algún recodo de la ciudad, una esquina, un puente, un tranvía, un cuartel, un parque, una plaza, una locomotora o alguna conmemoración ocasional, haciendo que hasta la propia cotidianidad cobre cierto grado de permanencia a través de estas imágenes. Además, todo esto testimonia, a su modo, la presencia de un país que discurría al mismo tiempo al margen de los tropiezos políticos y de la violencia.
Muchas de estas fotos son anónimas, y quizá pocas llegaran a reclamar en su momento la aspiración de convertirse en obras de arte. Pero esto no le resta mérito a lo que implica su aspecto documental, lo cual hace, o justifica, que se vean reunidas aquí.
Cada una de las fotos escogidas son producto de una selección realizada por María del Consuelo Andara, María Angélica Goncalves y por quien esto suscribe. Sin embargo, no podemos dejar de mencionar el hecho de que Hans-Hennig von der Osten, candidato a Doctor en Historia por la Universidad Católica Andrés Bello, intervino a todo lo largo de este proceso como un factor esencial. Fue él quien, a fin de cuentas, contribuyó con su buen ojo al trabajo de limpieza, restauración y, por último, de digitalización de las imágenes que han querido ofrecerse.
Nuestro agradecimiento hacia él es difícil de poner en palabras, dado el tamaño de su esfuerzo y desinterés. La fotografía, como instrumento o documento histórico, nos ayuda a acercarnos al tiempo transcurrido. Por tanto, están colocadas aquí, al lado de la Historia, con el fin de ayudarnos a tejer y comprender el pasado. Nuestro deseo es que disfruten de este muestrario tanto como hemos llegado a hacerlo nosotros al hurgar entre las existencias del Archivo de nuestra Academia.
Edgardo Mondolfi Gudat
Vice-Director Bibliotecario Archivero