«EL RETORNO DE LOS EXILADOS»

«EL RETORNO DE LOS EXILADOS»

La muerte de Juan Vicente Gómez, el 17 de diciembre de 1935, significó el alud del retorno. En el archivo personal de Eleazar López Contreras reposan diversas solicitudes o anuncios de tal naturaleza por parte de quienes conformaban la gruesa, abigarrada y contradictoria fronda del exilio anti-gomecista.

Las hay, por ejemplo, provenientes de algunos jóvenes “veintiocheros” quienes se adelantan a dar, en prenda de garantía, su renuncia a doctrinas “exóticas” o para aclarar ante el Presidente Provisional que su filiación “comunista” ha sido obra de malentendidos o de calumnias.

Pero también las hay –como lo muestra la siguiente selección– de aquellos a quien el historiador Manuel Caballero definiera como los viejos anti-gomecistas de raigambre liberal y conservadora quienes, quizá justamente por ello, no representaban mayor peligro para el debutante López Contreras.

Hablamos de veteranos exilados  al estilo de Emilio Arévalo Cedeño y de los novelistas Rufino Blanco Fombona y José Rafael Pocaterra, los tres de los cuales terminarían acompañando, de una u otra forma, la gestión del propio López. Arévalo Cedeño, por ejemplo, fue electo diputado al Congreso Nacional por Guárico en 1936 antes de que López terminara designándolo presidente de ese estado en 1937.

Blanco Fombona pasó a desempeñarse por su parte como presidente del estado Miranda en 1937, administrador del puerto de Güiria y, finalmente, como Ministro de Venezuela en Uruguay durante el tramo final de la gestión lopecista. Pocaterra, en cambio, se incorporará al Congreso Nacional como secretario y senador por el estado Carabobo, tocándole ejercer la Presidencia del Senado entre 1939 y 1941. En 1939, dada aún la práctica de la no incompatibilidad de funciones, y hasta que concluyera la gestión de López, se haría cargo del Ministerio del Trabajo y Comunicaciones.

EMG

 

1.- CARTA DE EMILIO ARÉVALO CEDEÑO A ELEAZAR LÓPEZ CONTRERAS

Nueva York, 20 de diciembre de 1935

 

Sr. General Eleazar López Contreras, Presidente de la República.

Distinguido Señor General:

Su exaltación al poder después de la muerte del Señor General Gómez es promesa de esperanzas para la patria, y la nación entera espera de su patriotismo y de su preparación días de felicidad, de garantías, de libertad y de unión.

Me complace en felicitarlo y en desearle durante su administración [que] el Dios de las naciones lo inspire para que haga todo lo bueno por la gran patria venezolana, por la gloria de nuestro magno Libertador y por la gloria de su nombre.

Durante veintitrés años hice la oposición al gobierno del Señor General Gómez y, al desaparecer éste del escenario de la vida, ha llegado el término de mis luchas y regreso a mipatria a colaborar en la obra de paz que inicia su gobierno, convencido de que su política será de efectivas garantías y de gran amplitud de miras. Jamás he servido en la política de mi país y he tenido como timbre de orgullo ser leal a mi palabra y cumplir con los compromisos de mi honor; por eso, con buena fe y mi lealtad acostumbrada y muy respetuosamente ofrezco a Ud. que, en la obra de paz iniciada por Ud., tiene su gobierno un decidido colabora[dor] en mi persona. Ayer me permití ponerle un cable anunciándole mi regreso a la patria y enviándole mis felicitaciones que le renuevo en esta carta. Sólo espero salvar dificultades económicas del momento para salir para esa capital a ponerme a sus órdenes y unirme a mi familia dentro de pocos días. Con mis saludos respetuosos, mis buenos deseos por su felicidad y por la felicidad de [su] gobierno. Su compatriota y amigo,

E. Arévalo Cedeño
[Firma en el original]

247 &251 Audubon Avenue, New York.
[Contestada por radiograma]

 

 

2.- CARTA DE RUFINO BLANCO FOMBONA A ELEAZAR LÓPEZ CONTRERAS

Madrid, 5 de enero de 1936

 

Señor General Don Eleazar López Contreras, Presidente Constitucional de la República.

Ilustre señor y compatriota:

Después de veinte y siete años de ostracismo vuelvo a escribir a un magistrado de mi país. Esta carta debía ser una felicitación a usted por haber logrado el poder constitucional. Pero advierto que a quien tenemos que felicitar no es a usted sino a la nación. Más de un cuarto de siglo ha pasado nuestro pobre país en las garras de la barbarie más espantosa. Salir de ellas y dar con un gobernante civilizado de veras, con un soldado patriota, con un hombre inteligente que ha viajado, que ha pensado, que ha leído y que siente latir en el pecho un corazón muy venezolano, es la mayor ventura para nuestro país después de tan prolongado infortunio.

Creo tener noción clara de lo que usted vale –conozco y poseo su libro Bolívar, conductor de tropas- y por eso, en vez de felicitarlo por haberse sentado constitucionalmente en la curul dignificada por el civilismo de Soublette y la ciencia del doctor Vargas, opino que más bien debemos felicitar a Venezuela. Así lo hago.

Soy un hombre sincero que ha sufrido mucho y usted puede creerme. De todo lo que rodeaba a Gómez usted fue, durante muchísimos años, nuestra única esperanza. Ni el corazón ni la política nos han engañado. A mí en particular me inclina hacia usted, además de las circunstancias del momento, nuestra admiración razonada por el Libertador, a quien ahí suele aplaudirse sin comprender; pero a quien usted y yo admiramos porque lo sentimos de veras, sabemos explicárnoslo y nos lo hemos explicado.

Durante este cuarto de siglo he ganado algún crédito en el extranjero. Mis libros han sido traducidos a varios idiomas. He sido propuesto para el Premio Nobel. En la madre España he sido, con la República, gobernador de varias provincias: Canarias, Almería, Navarra. Este cargo de gobernador equivale a Presidente de Estado en Venezuela. Ahora mismo se convocará a elecciones para el Congreso y yo, probablemente, seré propuesto candidato a diputado por uno de los partidos. Mi mayor deseo, con todo, es regresar a mi país y morir en él. Lo menos que puedo pedir son garantías. No es mucho ambicionar. Seguiré, de lejos o de cerca, la obra de regeneración nacional que a usted le toca en suerte. De cerca o de lejos, esa obra tendrá mi apoyo decidido y mi aplauso.

Solo una palabra más, general. ¡Cuidado con el Zulia! Por su riqueza, por su posición geográfica, por múltiples razones, pueden tratar de convertirla, a la menor tontería, en el Panamá de Venezuela. Ahí le conviene a usted tener a un hombre enérgico e inteligente, capaz de realizar una política nacionalista, sorteando con discreción los intereses y los peligros extranjeros. También le interesa ahí un comandante de armas de la suma confianza de usted, insospechable al cohecho. Sé que le hablo a un hombre que tiene los ojos en la cara y los utiliza para ver. Es bastante.

Espero y deseo merecer el honor de saber directamente de usted. Si la carta viene certificada, a mi dirección de Madrid, mejor. Así salvará el escollo de los antiguos espías de la Legación de Venezuela que tanto nos han molestado, principalmente el llamado Antonio Reyes. Por Dios, general López Contreras, quítenos a este miserable de aquí, donde tanto se le conoce y tanto se le desprecia. Con respeto y la mayor simpatía y admiración, quedo de usted, general, su atento s.s. y, desde luego, amigo.

R. Blanco Fombona

 

 

3.- CARTA DE RUFINO BLANCO FOMBONA A ELEAZAR LÓPEZ CONTRERAS

Madrid, 10 de enero de 1936

 

Ilustre señor y compatriota:

Ratifico mi cable de ayer 16 [sic] y mi carta del 5 cuya copia acompaño por si el original no hubiese llegado a manos de usted.

Además adjunto un artículo con el que he tenido que contestar a otro inspirado evidentemente por la Legación y por el súper-espía Antonio Reyes. Otras noticias, perjudiciales al gobierno de usted, y con el mismo origen, se han publicado en la prensa de España. Después de Gómez, vendrá el caos. Nadie es capaz de sustituirle, nadie de gobernar. El artículo que impugno dice textualmente que ahora vendrá la guerra civil, la deuda pública, otro tirano; y que Venezuela echará de menos al Patriarca de las Delicias. Como usted ve ese Reyes y sus similares son tercos en el servilismo. Tales elementos, los de aquí y los de fuera de aquí, ¿pueden seguir donde están? Dañan a usted y
a Venezuela e impiden que la confianza en el país renazca.

Por fortuna usted va desenvolviendo con energía y precisión una política nacional y patriótica, lejos de los intereses personales de una familia de pulpos. Para esta política reivindicadora puede usted contar en absoluto conmigo, dentro y fuera del país. En este sentido, yo lo saludo a usted, desde ahora, como a un benefactor de Venezuela.
Espero noticias de usted. Soy con todo respeto atento s.s. y amigo.

R. Blanco Fombona

 

 

4.- CARTA DE RUFINO BLANCO FOMBONA A ELEAZAR LÓPEZ CONTRERAS

Madrid, 23 de enero de 1936

 

Señor General Don. E. López Contreras Presidente de la República Caracas

Muy distinguido amigo:

A la distancia tan grande que nos separa y en un país en que se cuentan nuestras compatriotas conocidos con los dedos de la mano y sobran dedos, y además ellos y todo el mundo sin noticias fidedignas, no se puede formar opinión clara de lo que está sucediendo en Venezuela.

Pero a mí me tiene muy preocupado la situación de usted, único que merece y puede ser –en mi concepto y en las presentes circunstancias– el salvador de Venezuela. En efecto, la situación de usted debe de ser complicadísima y todo buen venezolano debe acudir en su apoyo. Tal creo, tal quiero, tal haré.

Usted está rodeado, aun dentro del gobierno, de enemigos y de rivales. Y todavía no ha logrado usted la colaboración del tiempo para inspirar un sentimiento de seguridad al país y ser, por si propio y por las gentes que agrupe en torno de usted, bastante fuerte. Creo que cada día que pase lo será usted más; y lo serán menos sus rivales y enemigos. Pero creo también que cada día, y con la discreción que a usted le sobra, debe ir debilitando y alejando a sus enemigos, apoyándose en sus amigos y situando aquí y allá a los que deben ser [sus] sostenedores. No olvide el viejo refrán criollo: el que no manda con los suyos –es decir, con los que piensan como él y tienen los mismos intereses- se suicidan.

Tengo la firme convicción de que usted dominará esta parte del drama político en el que está siendo protagonista. Difícil es, máxime por el aislamiento de usted, pero triunfará. Y hablo de aislamiento –no en el sentido de no contar con la opinión pública, que toda lo apoya– sino porque vive aún en un círculo de hierro formado por los hombres del antiguo régimen. Repito: cada día que pasa –si no pasa en vano– será usted más dueño y señor de las circunstancias. Mucho tacto político ha demostrado ya. No hay que detenerse a medio camino.

Pero Venezuela no vive aislada en el universo. Las cosas en Venezuela van unidas a intereses y ambiciones extranjeros. Es decir, existe una política extranjera dentro del país; y el país debe tener y realizar una política nacional. He leído en la prensa de Europa que el señor [Esteban] Gil Borges ha llegado en avión a Caracas. Este paisano nuestro ha vivido demasiado tiempo al amparo de Washington, no lo creo de un carácter de hierro y podría ser candidato de los Estados Unidos para Ministro de Relaciones Exteriores o para algo más: para Presidente de la
República. Lo primero sería tal vez peligroso; lo segundo, peligrosísimo. No. Esto último no, de ningún modo. El Presidente definitivo de la República –terminado el actual periodo dentro de breves meses– debe ser usted y sólo usted.

Si usted no estuviera dispuesto a traicionarse a sí mismo y a defraudar a sus compatriotas más civilizados y mejores, usted debe ahora presidir esta transformación de Venezuela y, en el próximo periodo constitucional, encarrilar al país hacia el polo opuesto adonde lo condujo Gómez. Para retirarse patrióticamente, después de legar una obra y un
ejemplo a la posteridad, sobra tiempo. Ni usted ni yo ni nadie pretende que se erija en benefactor perpetuo de la República.

Estas son mis ideas y estoy dispuesto a luchar por ellas donde se crea útil, dentro o fuera del país; y tal vez, ahora, mejor fuera y luego allá. Como lo más indicado para usted y para el país es llevar una política de balanceo entre las compañías petroleras inglesas y las yanquis, entre Londres y Washington, tanto en una como en otra capital necesita usted ministros muy patriotas, muy abnegados y muy inteligentes. En Londres se puede ahora y se debe hacer mucho hasta que usted se encargue del poder por un periodo constitucional íntegro y abra los ojos –en el sentido que le indiqué en una de mis cartas anteriores– sobre Maracaibo. Si el actual Presidente de ese estado ha podido serle allí útil de momento, con relación a la política interna, no lo creo lo mejor para mañana. Conozco el Zulia por haber sido, hacia mis treinta años, Secretario General de aquel estado. Aquel es uno de los puntos neurálgicos de nuestro país. No olvide la carta anterior ni los términos en que le hablé del Zulia. No lo deje usted panamizar (sic).

Espero leerlo (sic) pronto. Esta carta le va por medio de una persona querida de usted. Contésteme por el mismo medio. Jamás por conducto de la Legación en Madrid. El primer telegrama de usted tardaron muchos días en mandármelo. No quiero nexos con esa gentuza. Su admirador entusiasta y su amigo,

R. Blanco Fombona

PS. (…) Muchos millones de hombres en todo el mundo liberal tienen hoy los ojos puestos en usted suspirando porque de ese basurero de Gómez saque usted un país nuevo, civilizado y libre. Yo tengo fe absoluta en que así será. (…) Aquí nos preocupa mucho –no sé si exageradamente– la seguridad personal de usted dado el carácter y la escuela de muchos de esos hombres que todavía lo rodean. ¡Cuídese! ¡Que un malvado no venga a malograr la misión histórica de usted! Me dicen a última hora que ya echó usted de la Legación al miserable espía Antonio Reyes. Ha hecho bien. Era cuestión de higiene. ¡Cuídese mucho de este bribón que hizo publicar en la prensa de Madrid –sin dar la cara naturalmente– que en manos de usted la República iría al caos! El que ha ido al ca….os es él. Confundía su destino con el de la República.

 

 

5.- CARTA DE JOSÉ RAFAEL POCATERRA A ELEAZAR LÓPEZ CONTRERAS

Montreal, Canadá, 12 de mayo enero de 1936

 

Señor General Eleazar López Contreras.

Presidente Constitucional de la República.

Palacio de Miraflores.

Caracas, Venezuela.

Señor Presidente y amigo:

El día 31 de diciembre le dirigí un cable que tuvo usted la benevolencia de contestarme. Desde esa fecha hasta el 19 de abril se ha venido desarrollando un proceso decisivo en nuestra patria –fuera de la natural alharaca publicitaria y del comunismo vergonzante–, proceso en el que se advierte una dirección ecuánime y serena que es obra de
usted. He oído en diversas ocasiones por radio sus palabras de razón y de sinceridad.

Finalmente ha sido usted electo por este Congreso. Pero la voluntad nacional ya había hecho esta elección. Eso era lo más lógico, lo decente. Y, más que nada, lo patriótico. ¿Felicitarlo a usted? No, mi apreciado y respetable Presidente: congratularme con la Patria y con usted.

Desde este lejano rincón del globo creo un deber decirle con la honrada sinceridad de toda mi vida que espero y anhelo ver siempre más pura y alta su estrella y que mis votos le acompañen en toda emergencia [subrayado en el original] porque mis compatriotas –tan buenos, sí, ¡pero a veces tan alocados! – sepan ver en usted, con todos sus atributos morales y materiales, al Primer Ciudadano, y aprendan junto con la doctrina vivida [subrayado en el original] de los principios el concepto de la paz civil organizada.

En cuanto al “Memorándum” que puso en manos de usted el general [Emilio] Arévalo Cedeño y del cual tuvo usted la bondad de acusarme recibo, quiero significarle expresamente que desde la fecha en cuestión poco o nada sé de este amigo como no sea por “cartas públicas” que a cada momento leo en la prensa. Excuso todo comentario y dejo al claro criterio del señor Presidente deducir que cualquiera supuesta vinculación política mía ahora con este buen amigo no tendría razón de ser. Mi aprecio personal por él es el de siempre y le deseo todo bien. Él tiene grandes cualidades y méritos, pero…tiene amigos que no son como él.

Posiblemente en este otoño, al disponer de unas semanas libres, iré por breves días a la Patria para arreglar asuntos privados y ver las tumbas de los míos… Si entonces puedo presentarle personalmente mis respetos lo haré con el más vivo placer, tanto más hondo y más sincero como que entre hombres bien nacidos, señor Presidente, la gratitud y el afecto para los nobles y para los buenos no es lisonja de momento a cambio de favores sino homenaje cuya honra se refleja en quien lo rinde. Tenga presente que acá, en lejanas tierras, tiene usted en todo momento, dispuesto a serle útil a usted en la patria que nos ha devuelto, a un compatriota y a un amigo. Muy respetuosamente de usted, servidor y compatriota,

José Rafael Pocaterra

Post Office Box 65
Station B-Montreal

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