10 Abr «Expulsados y retornados»
La política del “tira” y “afloja” promovida por López Contreras a partir del año 36 llevaría a que más temprano que tarde se decretaran una serie de expulsiones, la más conocida de las cuales fue la que se practicó “en leva” en contra de 48 dirigentes acusados de “comunistas” y aventados a México a bordo de El Flandre, en marzo de 1937, sin que en esa oportunidad el gobierno lopecista dejara puntillosamente de informar acerca de los gastos destinados al traslado de quienes, al decir del propio Presidente, “en cualquier otro país habrían sido enviados a la cárcel sin ninguna consideración”.
De tal escrupulosidad –por cínica e impostada que pudiera sonar a oídos de los elementos opositores más radicales– podían derivarse cuatro lecturas. La primera era que el gobierno, a partir de 1936, estaba al menos dispuesto a mostrar respeto hacia su propia legalidad. De hecho, el decreto de expulsión de marzo de 1937, al igual que otras expulsiones practicadas anteriormente, se había visto avalado por el Inciso VI del artículo 32 de la Constitución que proscribía a aquellos individuos u organizaciones que hicieren propaganda al anarquismo o a la doctrina comunista. La segunda lectura apunta a que el régimen de López era el que, en último término, definía a su leal saber y entender cuánto de legal –o de ilegal– tenían el discurso y las actividades opositoras. La tercera lectura es que, frente al músculo y los reflejos represivos heredados del gomecismo, ya no serán la paliza a muerte o el tortol los criterios de autoridad sino algo mucho más refinado y poderoso por intangible: la Ley. Es decir, el lopecismo proclamaba mediante su actuación un régimen de legalidad que, si bien no estaba fundamentado en la arbitrariedad estatal (cárceles, torturas), sí lo estaba en cambio en lo que podría definirse como “disciplina social”, lo cual comportaba fronteras precisas de actuación.
La cuarta lectura es tal vez la más interesante de todas: la pena de expulsión equivaldrá a una especie de “exilio reglado”, con término en el tiempo. En este sentido, la fórmula lopecista tendrá por lo menos la particularidad de fijarle un límite al destierro, en este caso, un plazo máximo. Esta modalidad, lejos de traducirse en la imposición de una pena dictada sine data, parecía remedar en cierto modo el castigo decretado por vía del “ostracismo” y lo que tal modalidad, prácticamente desde sus remotos orígenes, había significado en procura de fomentar la auto-expiación del individuo ante la falta cometida y siempre –desde luego– con arreglo a la Ley. Se trataba, pues, de una forma de asegurar que al aventado se le “enfriara” la cabeza. Podría argumentarse sin embargo que exilio es exilio, como cárcel es cárcel, aunque la jaula sea de oro. Pero no dejan de llamar la atención los pruritos con que López procediera a tal respecto y, no menos, el tono formal con que uno de quienes sufrió los rigores de tal medida, como lo fuera Rómulo Betancourt, y como habrá de verse de seguidas en este muestrario documental, se dirigió a López en persona a fin de que su caso fuese revisado al cabo de vencerse el plazo de destierro.
Frente a esa izquierda “verbalista” y “vociferante” del año 36 también cabría decir otra cosa, extensiva a casi todo el resto de la actuación de López al frente de la Presidencia. El caso es que al gobierno le costaría distinguir con total claridad en medio de ese amasijo –amasijo interesadamente creado por la propia izquierda– quiénes eran en realidad “comunistas” y quienes, incluso, blasonaban de no serlo, al estilo del citado Betancourt.
Además, en un país con muchas cuentas por saldar a la muerte de Gómez, y ante la apertura política franca pero limitada de López, el año 36 terminó convirtiéndose en una coyuntura azarosa para el nuevo elenco gobernante. Aparte de los saqueos y desmanes ocurridos en diciembre de 1935 (y repetidos en febrero del 36), López debió sortear al menos tres crisis mayores en el curso de apenas un año: la manifestación popular del 14 de febrero, el llamado a huelga general en junio y, para remate, la huelga petrolera que, iniciada el 1 de diciembre, habría de prolongarse por 37 días hasta el 24 de enero del año siguiente (1937). Fue precisamente esta última la que condujo a la detención y expulsión de los 48 dirigentes de todos los partidos de izquierda (aunque en realidad serían 47, puesto que Betancourt evadió la persecución policial y permaneció clandestinamente en el país hasta el año 39). También condujo a que se revocara la autorización mediante la cual habían actuado hasta entonces los partidos ORVE, PRP, la Federación de Estudiantes (encabezada por Jóvito Villalba, otro de los expulsados a bordo de El Flandre), el Frente Obrero y el Frente Nacional de Trabajadores.
Lo cierto del caso, y visto como lo hace el gran historiador marxista Juan Bautista Fuenmayor, la “estrecha estrategia política izquierdizante”, aderezada de excesos verbalistas, y sectarios (e, incluso, innecesariamente “anticlericales”, como apunta el propio Fuenmayor) impidieron que la izquierda criolla lograse afianzarse dentro de los límites de la restringida legalidad permitida por el lopecismo. De allí que concluya señalando: “López Contreras, en tales circunstancias, no habría quizá desarrollado una política tan derechista como la que practicó, y posiblemente hubiera enderezado sus pasos”. Y agrega a renglón seguido lo siguiente: “López Contreras, cierto es, como hombre formado en las filas del gomecismo, estaba animado de una profunda desconfianza hacia las fuerzas de izquierda y hacia todo lo que oliera a partido político. Pero si el movimiento de izquierda hubiera intentado llegar a ciertos acuerdos tácticos con él, tal vez las suspicacias que lo animaban hubieran amainado”.
El muestrario que se ofrece en esta oportunidad recoge varios casos tomados directamente del Archivo personal de López Contreras. El primero de ellos es el de Carlos D’Ascoli, cuya trayectoria política le llevaría a actuar como miembro fundador en Barranquilla de la Agrupación Revolucionaria de Izquierda (ARDI), miembro cofundador tanto de ORVE (Organización Venezolana) como del Partido Democrático Nacional (PDN) y, finalmente, como una de las principales figuras del elenco de Acción Democrática en 1941. En el telegrama en cuestión, fechado en marzo del 36 y con algo de mendacidad de su parte (al insistir en el hecho de no formar parte de ninguna organización de “izquierda”), D’Ascoli solicita que se revise la orden de expulsión a la cual se viera sometido. Algo hace suponer que tal cosa ocurrió pues, en realidad, D’Ascoli no se vería aventado del país hasta finalizada la huelga petrolera en enero del 37, año de expulsiones y destierros y, también, de demandas de nulidad contra senadores y diputados de las “izquierdas” que hacían vida en el Congreso Nacional (tal será el caso del senador Luis Beltrán Prieto, por ejemplo). Detenido en Caracas, D’Ascoli formaría parte de la leva de El Flandre.
La segunda pieza corresponde, en cambio, a un caso muy particular. Se trata de lo que le ocurriera a Mariano Picón Salas luego de su inesperada destitución como Encargado de Negocios en Praga, cargo que había asumido en 1936 luego de darse su regreso al país (ver la entrega titulada “Regresan los jóvenes”). El 2 de febrero del año siguiente, Picón Salas se verá destituido sin que él mismo se enterara al principio acerca de la drástica medida. Sin que las razones para ello luzcan del todo claras (de hecho, la Cancillería apenas habría de participarle que otro representante en Praga había sido nombrado en su lugar), su brevísima misión diplomática haría que Picón Salas recalase de nuevo en Chile. Desde allí le escribiría a López tratando de librarse de toda sospecha que pudiese cernirse sobre él acerca de su adscripción a “doctrinas violentas” y hablándole en términos francos acerca de lo que, a su juicio, había sido el clima de “turbación” del año 36 que a tantos excesos, pero también a tantas males interpretaciones, se había prestado. Las diligencias rindieron sus frutos; al fin y al cabo, Picón Salas regresaría Caracas en 1938, donde sería designado Director de Cultura y Bellas Artes del Ministerio de Educación y desde donde fundaría, en tiempos de López, la muy prestigiosa Revista Nacional de Cultura.
El tercer caso involucra a Germán Herrera Umérez quien, durante el periodo de la Junta Revolucionaria de Gobierno, devendría en Contralor General de la República. Lo curioso de esta carta es que figura fechada en mayo de 1941, justo cuando López se disponía a hacer entrega del mando a su sucesor, Isaías Medina Angarita. Herrera Umérez también había estado comprendido dentro del decreto de expulsión del año 37 (y había formado parte de la dotación de El Flandre), pero reconocía ante López haber podido ingresar libremente al país en dos oportunidades luego de verificarse el cumplimiento de su plazo de destierro. Lo que pretendía Herrera Umérez mediante tal carta era que se “clarificara” su posición, temiendo que la mácula de “comunista” hubiese quedado adherida a su reputación en caso de que resolviera retornar definitivamente al país y, sobre todo, cuando la posición del propio Medina ante los “comunistas” criollos era todavía una incógnita.
El cuarto caso es, sin duda, el más conocido de todos. Se trata del año de “exilio chileno” de Rómulo Betancourt, entre fines de 1939 y buena parte del año 40. A propósito de verse finalmente apresado y expulsado del país, la primera carta de esta sección corresponde a un testigo de lo ocurrido: Hortensia de Recagno, quien no sólo se refiere al embarque de Betancourt en la nave que lo llevaría a Chile sino que menciona además el caso de Joaquín González Estarriol, quien había emigrado desde España en 1929 pero quien prontamente se vería ligado a actividades de huelga y agitación en el puerto de La Guaira, lo cual había conducido a su expulsión en 1936 luego de que, en vano, el propio Betancourt intentara terciar a su favor. El caso de González Estarriol también caería, como no podía ser de otro modo, dentro de la órbita del Inciso VI, el cual prescribía en este caso la aplicación de una expulsión definitiva por tratarse de un “extranjero” quien profesaba la doctrina comunista o anarquista. No obstante, pese al rigor de tal medida, González Estarriol terminaría regresando a Venezuela al cabo de unos años luego de cumplir su propio exilio en México. Haría el viaje de ida y vuelta junto a su esposa, Margot Jiménez, también ferviente militante de izquierda y miembro de una de las tempranas asociaciones sindicales de maestros en la ciudad portuaria.
La última pieza se contrae a una carta de Betancourt a López, fechada el 26 de octubre de 1940, solicitando la revisión de su caso, luego de que incluso hubiese intentado ponerse en contacto con el propio Presidente antes de verificarse su expulsión, entre otras cosas, para aclarar su posición política y, sobre todo, su deslinde frente a los comunistas.
A este carta, por cierto le antecede otra (aludida por Betancourt) que lleva por fecha 18 de mayo de ese mismo año 40, la cual figura íntegramente recogida en el II Volumen de la Antología Política de Rómulo Betancourt (1936-1941) editada por la Fundación Rómulo Betancourt en el 2007.
EMG
TELEGRAMA DE CARLOS D´ ASCOLI A ELEAZAR LÓPEZ CONTRERAS
Mérida, 28 de marzo de 1936
Mérida, el 28 de marzo de 1936. Hora: 11 a.m.
Telégrafos Federales
Señor Gral. E. López Contreras.-
Sorpréndeme su orden [de] expulsión [del] territorio nacional. Regresé con todos mis documentos de ciudadano nativo del país en regla. Seguramente debe haber [algún] mal entendido. He dado conferencias [en] Táchira, partiendo [de] principios democráticos y republicanos, y confiado [en el] orden jurídico restablecido por Ud., que consagra libertad [de] palabra. [En] ninguna ocasión he excitado resistencia contra [las] autoridades establecidas, ni estoy sometido, ligado, ni inscrito en partidos nacionales o internacionales, prohibidos por la Legislación venezolana.
Solamente he criticado, como veía [que] se hacía libremente por la prensa, [la] solución [del] Congreso por estimar preferible que Ud., que cuenta con fuerzas nacionales para garantizar el orden y con la confianza del país, asumiese [el] periodo provisional por [el] tiempo necesario para convocar elecciones. Preparábame [para] insistir aquí [en que la] reunión [del] Congreso era inevitable a esta hora.
Si sus ocupaciones le hubieran permitido contestar mi telegrama del 14 de enero desde Quito y mi carta subsiguiente, y me hubiese dicho [que] podía entrar a condición de no inmiscuirme en política, habría aceptado por [el] interés [de] ver [a] mi madre después de tan larga ausencia y arreglar asuntos personales y habría salido de nuevo tranquilamente si mi interés por [el] problema político nacional me hacía difícil el mantener mi palabra y estarme callado. Aún estoy dispuesto a quedarme bajo dichas condiciones si Ud. las acepta. Insisto en que no he verificado propaganda alguna prohibida por las actuales leyes, propaganda con la cual además no estoy de acuerdo, ni he hecho otra cosa que expresar, como tantos otros conciudadanos, mis conceptos sobre la reestructuración republicano democrática del país.
Le agradecería altamente resolverme este asunto favorablemente, pues anhelo volver a ver [a] los míos y poder establecerme y trabajar en mi país.
Amigo y servidor,
Carlos A. D´Ascoli
CARTA DE MARIANO PICÓN SALAS A ELEAZAR LÓPEZ CONTRERAS
Santiago de Chile, 22 de abril de 1938
Clasificador 291 C.
Santiago de Chile, 22 de abril de 1938
Señor General Eleazar López Contreras, etc., etc., etc.
Miraflores.
Muy respetado Señor General:
El Dr. [Amenodoro] Rangel Lamus ha tenido la bondad de trasmitir a Ud. los sinceros propósitos que me animan en el deseo de regresar a mi patria. Conoce Ud. la alta estimación que le guarda este modesto venezolano que, a pesar de las confusas influencias que trataron de crear recelos y suspicacias en los momentos iniciales de su gobierno, siempre hizo la más profunda fe en las virtudes, la inteligencia y el ponderado y ecuánime criterio de Ud.
Si sobre mi anterior actuación en Venezuela se tejieron falsas interpretaciones e intrigas –que no se avenían con el respeto y simpatía que Ud. me merece– creo que ellos procedieron de la muy explicable turbación mental que reinaba en el país en aquellos días, y de que acaso mi excesivo entusiasmo e inexperiencia no me permitieron medir las específicas circunstancias del ambiente. Hubo momentos en aquel año de 1936 en que los más sinceros propósitos de servir lealmente al gobierno eran deformados por la presión de un ambiente imprevisible. Reinaron también otras causas sobre las cuales sería redundante volver, pero que por una como insalvable fatalidad, trataban de ahondar el distanciamiento y la desconfianza mutua entre los hombres, en vez de la necesaria unión a que Ud. llamaba a todos los venezolanos patriotas.
Mi limitada capacidad no es la de la acción política. Si alguna idea política me entusiasma y estoy dispuesto a defender, cuando sea preciso, es que en un país como Venezuela, donde hay trabajo para tantas generaciones de venezolanos, la idea de Nación debe privar sobre todo otro concepto. “La Nación, antes y por sobre toda discordia de
clases”, debemos repetir a los que guiados por utopías engañosas quisieran sembrar la guerra social, y al mismo tiempo a las oligarquías irresponsables –que también existen– y suelen cerrarse a la demanda de justicia, progreso y cultura que pide nuestro pueblo venezolano.
Un reciente discurso de Ud. me daba, hace meses, el fiel de la balanza; la progresiva armonía social que es preciso defender para que Venezuela recupere el largo tiempo que perdió en su dramática historia de imprevisión, de anarquía, empirismo y violencia. Los venezolanos honrados no podrán sino seguir a Ud. en tan claro camino.
No me duele haber sufrido un poco, en carne propia, este malévolo recelo que intentó disgregarnos otra vez a los venezolanos, en los inquietos días de hace dos años.
No me duele si, desde el más modesto sitio de trabajo y con una experiencia que no me fue inútil, puedo ayudar con mi insignificante pero leal aporte a esa larga tarea a que Ud. nos invitara en su Plan Nacional de Gobierno. No tengo otra ambición, sino la del obrero anónimo, que desea concurrir con voluntad y espíritu limpio a la gran obra común.
Le agradezco, pues, mucho, Señor General, la atención que se dignó dar a las palabras mías que tuvo la gentileza de interpretar ante Ud. el Dr. Rangel Lamus.
Lo saluda con alta estimación y respetuoso afecto, su amigo y compatriota,
Mariano Picón Salas
[Nota: Hablar con el M. de E.]
CARTA DE GERMÁN HERRERA UMÉREZ
A ELEAZAR LÓPEZ CONTRERAS
Barranquilla, 7 de mayo de 1941
Señor General
Eleazar López Contreras
Caracas.
Señor General:
Han pasado más de cuatro años desde que, haciendo uso de una facultad discrecional que le otorgaba la Constitución venezolana, en su carácter de Presidente de la República, dictó Ud. un decreto por el cual se me declaraba comunista y se me expulsaba del territorio de mi patria.
Nunca he querido creer que aquel decreto reflejara la opinión personal de Ud. sin mezcla de extrañas influencias. He estimado más bien que, guiado por informes interesados de quienes me han querido mal, prefirió Ud. correr el riesgo de sacrificar a un ciudadano honrado antes que el mucho mayor de exponer la tranquilidad de millones de venezolanos si aquellos informes fuesen ciertos. Y en el mismo caso mío se encontraron varios otros compañeros de destierro, que se vieron confundidos en un grupo heterogéneo de comunistas auténticos y demócratas irreprochables.
Con cuáles de los ciudadanos expulsados se procedió erróneamente, es cosa fácil de apreciar después de estos cuatro años para quien, con criterio ecuánime, analice la actuación individual de cada uno de ellos durante ese lapso; y conservo la esperanza de que Ud., que ha sabido en otras ocasiones corregir sus propios yerros, sabrá también ahora ser leal a sus íntimas convicciones, aclarando la situación de un compatriota que ha sabido aguardar cuatro años sin perturbar su gobierno para tener el derecho de pedir que no se le catalogue como un disociador, y que ha tenido también el orgullo de no mendigar favores a quien hubiera podido otorgárselos desde la Primera Magistratura de la Nación.
Ni la más mínima solicitud dirigí a Ud. mientras estuvo al frente de los destinos de mi país; pero hoy, cuando en un gesto de auténtico republicanismo, desciende Ud. a la condición de simple ciudadano estableciendo así un precedente que hará Historia, considero la ocasión oportuna para pedirle que, con el valor y la dignidad de los hombres que saben rectificar, me diga Ud. si la medida de expulsión dictada contra mí fue apoyada en pruebas
irrefutables, o si fue inspirada solamente en el sano propósito de evitar males mayores en caso de que fueran ciertas las sospechas existentes.
Aunque por los momentos no pienso trasladarme a Venezuela, quiero asegurarme el libre regreso a mi patria, y una atestación suya sería de innegable valor. Debo significarle que, sin tropiezos de ninguna especie, hice dos viajes a mi país después de vencido el término del decreto de expulsión, por lo que llegué a formarme la convicción de que su
gobierno no insistía en considerarme como comunista; pero ahora que otro nuevo hombre, de quien tiene derecho a esperar mucho la República, ocupa la Primera Magistratura, se me hace prácticamente indispensable definir mi situación para que, en caso de que algún día decida regresar a mi patria, pueda ser allí considerado, al igual [que] todos los venezolanos útiles, como ciudadano en pleno goce de sus derechos civiles y políticos.
Confío en que, a pesar de tratarse de un caso perfectamente individual, no desdeñará Ud. la oportunidad de dar paso libre a la verdad, en beneficio de un compatriota que desea ser su amigo.
Respetuosamente,
Germán Herrera Umérez
Favor dirigir la contestación al Consulado General de Venezuela en Barranquilla.
[Fue comprendido en el Decreto de expulsión, pide que el Gral. L.C. le exprese los motivos en que se basó su expulsión, pues necesita esta prueba o documento para regresar al país libremente].
CARTA DE “HORT” [HORTENSIA DE RECAGNO] A “MARGOT” ¿JIMÉNEZ?
A PROPÓSITO DE LA EXPULSIÓN DE RÓMULO BETANCOURT
Maiquetía, 9 de noviembre de 1939
Maiquetía, 9 de Noviembre.
Querida Margot:
Hoy recibí tu carta y para que veas que siempre estoy pendiente de ustedes, aunque algunas veces les escribo unas notitas, hoy los voy a fastidiar. Anoche estuvimos un grupo de iz. [Izquierdistas] a bordo del Santa Elena a despedir a Rómulo [Betancourt] que lo mandan a Chile. Se llevó a Carmen y a la niña, después de costar un mundo de dinero y [de] inconvenientes el permiso porque ahora no es como antes; en asuntos de ir a bordo, eso es para las autoridades. Bueno, estuvimos en el Santa [Elena] hasta la una de la madrugada, pues al señor Rómulo lo llevaron a las 12 y media todas las fuerzas y, a la cabeza de De Giulio, pasamos ratos muy agradables viendo al Prefecto asustado porque él no pensaba encontrarse tanta gente y no encontraba qué hacer. Nos sitiaron y no podíamos bajar ni subir, tanto es así que yo tenía una de las niñas dormida en el camarote de Carmen y, para bajar a buscarla a la hora de [la] salida, tuvimos que hacerlo con custodia. Ya te darás cuenta por lo que les cuento cómo siguen las cosas
por esta nuestra adorada Venezuela. Nosotros nos quedamos muy extrañados de que ustedes tengan esperanzas de que Jóvito [Villalba] pueda hacer algo por la entrada de [José] González [Estarriol]. No sé de dónde han sacado ustedes eso. La posición de Jóvito no es nada envidiable, aunque López ha variado un poco su sistema, pero López no es todo en estos asuntos, es el sistema y los individuos que lo rodean, que son los mismos de antes. Es cierto que Jóvito ha hablado con López, pero creo que él sea el menos llamado a conseguir algo. Hay cosas que ustedes no
entienden porque no están viendo a los actores como se mueven; no quiero que pierdan las esperanzas.
El otro día me conseguí con Juan Oropeza en una ternera para la despedida de soltero de Beppo. Estuvimos hablando mucho de González, y quedamos en llevarle un Memorándum con el resumen del asunto González Estarriol; él dice tener esperanzas en que él tiene un amigo en el Ministerio y en las memorias de fin de año poder colar el asunto. Todo se puede hacer: Eduardo lo preparó ya para llevárselo.
El domingo pasado llevaron a Eduardo preso por estar bañándose en la playa, pues ahora está terminantemente prohibido bañarse allí, y nadie se acerca pues hay una tabla. Lo hacen saber, así es que hasta eso nos lo prohíben. (…) Con respecto a los españoles nos contentamos mucho que Colombia los haya acogido, con eso le dan al gobierno un estrujón en la nariz. (…) No te preocupes mucho por los años que vayas cumpliendo. Nosotros nos acordamos de ti ese día, hay mucha gente que siempre nos pregunta por ustedes, no sé si será con la esperanza que le diga que tú no vienes, pues un comunista es siempre un problema. ¡Qué desacreditado está todo esto! Carlos (Irazábal) tiene un periódico que está muy bien según los comentarios. Se llama “Unidad”; voy a ver si te mando algún número. Un besito a mis chamacos.
Los abraza,
Hort
[Copia para el Archivo especial de la Secretaría y pasarle copia al Dr. (Luis
Gerónimo) Pietri]
CARTA DE RÓMULO BETANCOURT
A ELEAZAR LÓPEZ CONTRERAS
Santiago de Chile, 26 de octubre de 1940
Señor General
E. López Contreras
Presidente de los EE.UU. de Venezuela,
Caracas.
Señor Presidente:
El 18 de mayo de 1940 me dirigí a Ud. solicitando de su gobierno la visación de mi pasaporte para regresar a la patria. En respuesta a esta carta, recibí de Ud. una atenta tarjeta, de fecha 30 del mismo mes de mayo, en la cual se servía comunicarme que mi petición había sido trasladada al Ministerio del Interior. Posteriormente, fui notificado por la Legación que la Secretaría de la Presidencia de la República le había manifestado oficialmente que mi petición debía ser reiterada al cumplirse un año de permanencia del suscrito fuera de Venezuela.
Me embarqué en La Guaira el 8 de noviembre de 1939. Por lo tanto, muy próxima está la fecha-límite fijada por su gobierno para que reiterara mi solicitud. Me adelanto en algunos días a formularla por cuanto deseo embarcarme para Venezuela en vapor que zarpa de Valparaíso el 15 de noviembre, y necesitaría, muy lógicamente, tomar con alguna anticipación las providencias del caso. Viajo con mi señora y mi hija, señor Presidente, lo cual me cohíbe para adoptar resoluciones precipitadas.
Confío en que Ud., estudiando mi petición con ecuanimidad y espíritu de justicia, le dé una solución favorable.
De Ud., señor Presidente, atento compatriota,
Rómulo Betancourt
[El original de esta carta fue obsequio de Lourdes Chiossone de Lares a EMG]