04 Ago «Dos cartas a Gómez»
Aparte de las propias cartas que él mismo dirigiera y recibiera de Juan Vicente Gómez, curiosamente también reposan en el Archivo Personal de Eleazar López Contreras los originales de diversas cartas dirigidas a Gómez por otros remitentes. Tal es el caso de las dos que se ofrecen a continuación.
La primera data de 1909 y, si fuera cuestión de buscarle un título, bien podría calzarle el de “JUNTOS….HASTA QUE LA POLÍTICA LOS SEPARE”. Se trata de una carta colectiva que lleva la firma de Ramón Ayala, Ramón Guerra, Jacinto Lara, José Ignacio Pulido, José Manuel Hernández, Nicolás Rolando, Juan Pablo Peñaloza, Gregorio Segundo Riera, Carlos Rangel Garbiras y Leopoldo Baptista.
La carta en cuestión hace referencia a un incidente que no se aclara en el curso de su lectura pero, tal vez, ello sea lo de menos. Lo importante son los firmantes, el tenor y el clima de expectativas y confianza que trasluce. Hablamos de 1909, es decir, de tiempos casi unánimes que comenzaron a correr a partir de 1908 y que concluirían al darse el fin de esa etapa “provisoria” del gomecismo en 1913. Incluso, de seguir de cerca lo señalado por Manuel Caballero, podría decirse que si tal apoyo fue cuasi unánime hasta 1913, seguiría siendo mayoritario hasta 1918.
Buena parte de la nómina de los firmantes –Guerra, Rolando, Peñaloza, Rangel Garbiras, Riera– habían formado parte de la Revolución Libertadora en 1901 mientras que José Manuel Hernández, Jacinto Lara y José Ignacio Pulido acumulaban cicatrices de anteriores conflictos con el poder. Sin embargo, algo en común tendrán los firmantes de esta carta hasta que tal luna de miel termine y sus estrellas políticas declinen. A partir de agosto de 1909 todos ellos habrían de formar parte del Consejo de Gobierno que fuera resultado de la reforma constitucional introducida durante ese mismo año y que, tal como lo indica su nombre, actuaría como una instancia consultiva o deliberativa del Gobierno
Nacional fincada en la idea de que cada uno de sus diez miembros representaba una circunscripción regional distinta.
El Consejo de Gobierno se erigía como una forma de darle oxígeno a la menguante idea “federativa” pero también, y esto debe verse en no corta medida, como un modo de mantener satisfechas las expectativas de quienes, durante esa hora de “concordia”, aún representaban las tradiciones del Liberalismo y el
Nacionalismo. Lo importante es retener otra observación que corre por cuenta del propio Caballero: ese Consejo será llamado a gobernar y lo hará de verdad hasta 1913 cuando Gómez lo disuelva por oponerse a su relección. De hecho, al figurar fechada en septiembre de 1909, dicha carta podría tenerse como una de las primeras comunicaciones oficiales del Consejo de Gobierno al presidente Gómez.
La segunda carta data, en cambio, de julio de 1923. Se halla dirigida por Eustoquio Gómez, por entonces presidente del estado Táchira, a su primo, Juan Vicente Gómez, a propósito del asesinato del hermano menor del presidente, quien fungía a la vez como primer vicepresidente y Gobernador de Caracas, Juan
Crisóstomo (“Juancho”) Gómez.
Ante las conjeturas que se urdieron desde entonces en torno a que tal crimen ocurrido en Miraflores sólo pudo ser producto de los negocios y rivalidades familiares o, bien, de una acción motorizada por los
adversarios del régimen, Tomás Polanco Alcántara, en su biografía de Gómez, no duda en salirles al paso y desestimar ambos móviles. Si de política se trataba, Juancho se hallaba lejos de ser alguien cuya desaparición fuese capaz de provocarle graves trastornos al gomecismo. En lo que toca a los negocios,
Juancho evidentemente se hallaba comenzando a relacionarse con las operaciones de obtención de concesiones petroleras pero es casi del todo seguro, como lo sostiene Polanco, que sus asociados se mostraran más interesados en que permaneciera en el poder, no que fuese eliminado como parte de una intriga palaciega.
Sin embargo, el contenido de la carta no se agota en el tema del asesinato de Juancho; al contrario, Eustoquio Gómez pondría de sobre aviso al presidente acerca de planes que pudieran verse dirigidos también contra la máxima autoridad del clan familiar. No tendría nada de extraño que, aun a la distancia y ante la magnitud de lo ocurrido, Eustoquio percibiese a plenitud el clima reinante en Caracas. Polanco agrega, en este sentido, lo siguiente, siguiendo de cerca un informe diplomático emanado de la Legación de los Estados Unidos: “Los atentados han tenido efectos en el Presidente: está irritable y nervioso y nadie puede comparecer en su presencia, ni siquiera los Ministros o edecanes de no ser llamados especialmente”.
Por si todo ello fuera poco, el remitente aprovecharía esta misma carta para noticiar a su primo acerca de nuevos movimientos conspirativos organizados desde Cúcuta, permitiéndose hurgar incluso en la supuesta lealtad profesada por “amigos de la causa” al estilo de Félix Galavís.
EMG
1. Carta dirigida por Ramón Ayala, Ramón Guerra, Jacinto Lara, José Ignacio
Pulido, José Manuel Hernández, Nicolás Rolando, Juan Pablo Peñaloza,
Gregorio Segundo Riera, Carlos Rangel Garbiras y
Leopoldo Baptista a Juan Vicente Gómez.
Caracas, 28 de septiembre de 1909
Señor General Juan Vicente Gómez.
Presidente Provisional de la República.
Respetado General y distinguido amigo:
La carta política que Usted se ha servido dirigir al señor General F.L. Alcántara, Ministro de Relaciones Interiores, y de la cual nos ha dado conocimiento la Gaceta Oficial de anoche, es un documento que ha de producir en la opinión pública los saludables efectos del apaciguamiento y la calma que las circunstancias requieren en presencia de la exaltación que ha dejado en esta capital el muy lamentable suceso de todos conocido. Como Usted, nosotros también condenamos enérgicamente tan desgraciado acontecimiento en que ha quedado empañada con tan viva emoción la vindicta pública, ya confiada a la
severa acción de los Tribunales de Justicia.
La voz sincera del patriotismo de Usted se ha dejado oír para manifestarse, como hombre de profundas convicciones, consciente de sus altos deberes de recto y humanitario Magistrado, firme siempre en las ideas redentoras de su programa político del 19 de diciembre de 1908 –principio de esta nueva era en que hemos vuelto a la vida republicana– y para hacer saber que “quiere la armonía entre los venezolanos y la pide y la reclama entre los servidores del Gobierno; que no exige a ninguno de éstos el sacrificio de la conciencia, pero cree que de la observancia de la disciplina depende la eficacia del dogma salvador de los
principios porque la anarquía entre los empleados de un mismo régimen anula todo esfuerzo en obsequio del bien de la República” .
En virtud de esos generosos propósitos Usted espera de todos sus colaboradores en la Administración Pública, entre los cuales tenemos la honra de contarnos como Miembros del Consejo de Gobierno, que redoblemos nuestra “patriótica cooperación en el sentido de apaciguar toda exaltación y de destruir
todo género de recelos”, y para nosotros es ésta una ocasión que las circunstancias nos presentan y que aprovechamos con la más alta satisfacción de nuestro patriotismo para manifestar a Usted que ésa ha sido una labor constante de la obra política a que estamos dedicados en obsequio de la suprema autoridad que Usted ejerce, como la garantía que vemos en ella de la paz y el bienestar de la República; que así consta en todos los documentos públicos y privados que forman el credo de nuestras relaciones en el país, y así hemos de seguir haciéndolo del modo más categórico como la expresión fiel de nuestras honradas convicciones por cuanto hemos de ser consecuentes con los deberes que hemos contraído con Usted, obedeciendo a los reclamos de la Patria que lo espera hoy todo de la cordura de aquellos de sus hijos que consagramos nuestros esfuerzos a la penosa tarea de la reconstrucción moral y material de la República.
La conciliación de todos los elementos activos, la armonía de todos los intereses sociales, la concurrencia de todas las fuerzas vivas del país, encaminadas abnegadamente a la obra de su necesaria reorganización y de la consolidación de la paz; he ahí lo que hace la base del programa político lanzado por Usted el 19 de diciembre de 1908 con el consiguiente aplauso de propios y extraños y sintetizado luego en la famosa frase de Usted, “Patria y Unión”, que en una oportunidad singular pronunciara, solemnizada instantáneamente en toda la República con las variadas manifestaciones de su entusiasmo.
Somos, con toda consideración, sus apreciadores y amigos,
Ramón Ayala, Ramón Guerra, Jacinto Lara, José Ignacio Pulido, José Manuel
Hernández, Nicolás Rolando, Juan Pablo Peñaloza, Gregorio Segundo Riera,
Carlos Rangel Garbiras, Leopoldo Baptista.
2.- CARTA DE EUSTOQUIO GÓMEZ A J.V. GÓMEZ
San Cristóbal, 5 de julio de 1923
Señor General
Juan Vicente Gómez, &, &, &.
Miraflores
Estimado General:
Cordialmente lo saludo en unión de toda la familia, acompañándolos en la pena que les aflige en la vil muerte de nuestro querido Juanchito.
General: estoy horrorizado con semejante crimen sin averse (sic) siquiera sospechado quiénes puedan ser los culpables de ese asesinato y que se quiera quedar impugne (sic), plan que se fraguaba no solamente para Juanchito sino quién sabe para quién más de la familia Gómez y no pudieron realizarlo. Este plan no es [de] gente desconocida de fuera, éstos tienen que ser los conocedores de Miraflores que estaban al tanto de todos los movimientos que él tenía para lograr sus propósitos: supongamos que este asesinato fuera por unos anarquistas desconocidos, pero tendrían que estar de acuerdo con los de Miraflores. Aquí no queda duda, que los únicos responsables de semejante crimen tienen que ser los
que estaban esa noche o, mejor dicho, los que durmieron esa noche en Miraflores.
Usted tiene que tomar medidas muy severas con esa gente porque supongo que no fueron ellos los del crimen, pero tienen que saber quién entró esa noche a Miraflores o quién salió. Eso es imposible que estando Miraflores custodiada de fuerzas, policías, sirvientes, cosineras (sic) &, alguno tubo (sic) que haber visto algo. Puede suceder que ha (sic) esta gente la hayan intimidado alguno por respeto o porque les hayan dado dinero, pero no hay que pensar en más nadie [por]que el crimen está entaparado en Miraflores, y de Miraflores se tiene que descubrir [a] los culpables. Lo que tiene que hacer es andarles (sic) muy duro a esa gente para que no se escapen (sic) de la sanción pública, de la mano de la justicia y que digan la verdad. En esto se puede descubrir una mano oculta, responsable de otras cosas que tengan pendientes y que quieran realizarlas.
Hay que tomar medidas en lo sucesivo porque esta gente lo que se propone es acabar con los Gómez, acabarnos, exterminarnos de cualquier modo porque ellos han visto que será la manera de dominar esta situación, y buscarán todos los medios posibles para acabar con nosotros.
Quizá Usted no le pondría cuidado [a] lo que le decía en mi carta del 14 de mayo [sobre] lo que decían en Cúcuta y el anónimo que recibí [y] que le dijera a Usted que tubiera (sic) mucho cuidado en sus viajes a Maracay porque esa gente esperaba un plan de asesinato en esa capital; tome medidas convenientes para
sus paseos a Maracay y Los Morros: lo no lo bayan (sic) a sorprender esos asesinos.
Haga una organización en las fuerzas de la Guardia de Honor canviando (sic) a esos jefes y barriendo a todos esos resaviados (sic) que han havido (sic) desde la época de Castro, que esos empleados viejos son la causa de tantos crímenes que siempre suceden por cualquier reprención (sic) que se les haga; a esa fuerza de honor debía de estimularla poniéndole Bs. 5 a la tropa que estén descontentos, que ni siquiera tengan cómo alimentarse y que no estén hostinados (sic) y calientes, que se prestan para muchas cosas, lo mismo que a los jefes, poniéndoles buena ración y que no estén desagradados hablando del Gobierno.
Sería muy conveniente que le diera o hiciera un cambio general de esos empleados que lo rodean a usted en Miraflores poniendo empleados nuevos, no dejar que ni el que barre los papeles de Miraflores. Ponga hombres nuevos, fórmelos; que Usted tiene hombres inteligentes, competentes y amigos que se han
formado en este Gobierno, sin pasiones ni aspiraciones políticas, y los hombres que se forman y se ayudan son los que agradesen (sic) y con los que se cuenta: quitar de esas cortes a tanto pícaro agalludo de épocas intrigantes disociadoras de todos los gobiernos, resabiados incubridores (sic) de tantos crímenes, y que se creen necesarios en los puestos. Eso es mentira: los hombres son útiles pero no
necesarios; [hay] que poner en esos puestos [a] hombres ilustrados que los hay muchos en la república y amigos.
De Cúcuta dicen que los revolucionarios se preparan y que trabajan con mucha reserva para invadir y muchas cosas; también me dice el Jefe Civil de Guasdualito, el doctor Gerardo Galett, que Arévalo Cedeño y compañeros se reúnen en un punto denominado “El Padre” cerca de Cuiloto. Este lugar queda a 80 leguas de la raya internacional y es paso obligado entre las regiones de Arauca y Casanare. Dicen que el Gobierno de Colombia hizo preso a Maximiliano Durán y [a] los oficiales León Arturo Ledezma y Luis Dieguez; que hay como 200 hombres reunidos entre los cuales 100 [están] armados [y] que probablemente dentro de muy poco estarán embochinchando esas regiones.
Por qué no mete a un castillo a Félix Galavís que descaradamente se la pasa hablando por hay (sic) en los votiquines (sic) de Usted y del Gobierno, queriéndose dar ínfulas de hombre meritorio y de caudillo y gastando mucho dinero para sostener oficiales en todas partes (…) [Galavís] debe estar de acuerdo con los enemigos para tirarle la parada o asaltarlo a Usted en cualquier momento como hombre muy conocedor. [Galavís sabe] dónde se queda usted, por qué veredas se mete, cuándo va a Maracay y cuáles son sus movimientos allá. Por todo esto a Usted no le conviene tener a este pretencioso ingrato hablando
horrores de Usted. (…)
[Para] el nombramiento de Gobernador del Distrito Federal debe tener mucho cuidado con un hombre que conozca Usted, que sea amigo enérgico y activo, y que haga lo que Usted le mande, pues Usted sabe que esa es la llave del Presidente de la República y entregado en brazos del Gobernador; de lo contrario
es un peligro si se pone [a] un aspirante de esos de las agallas muy grandes, y que quieren estar bien con todo [el] mundo poniendo sus piedras para más adelante; yo soy de [la] opinión que debe de poner a Francisco Antonio Colmenares o [Santos] Matute [Gómez], que éstos son de la familia, incapases
(sic) de cometer ninguna felonía contra el Gobierno ni mucho menos contra Usted; los matarán, será lo único que puedan hacer, pero mueren con honor y con orgullo; y como le digo en mi telegrama aquí, en esta tierra, es la tierra de mandar con el rigor. Si Bolívar no decreta la pena de muerte y afucila (sic) a Piar y se impone, no nos hubiera libertado. Para adelante, en lo sucesivo, hay que andarles con mano de hierro a tanto pícaro que hay en la capital, con tantas aspiraciones, asolapados, y que se laban (sic) las manos en el agua de Pilatos, trabajando asolapadamente (sic) en sus maquinaciones políticas.
Lo abraza, su affmo. amigo,
E. Gómez